14 de noviembre de 2008

Crónicas de América: mis hermanos





Este relato está basado en hechos reales. En la foto de arriba estoy con mis dos sobrinos y su padre (es la foto mencionada en el relato). En la foto de abajo, un sandwich mixto del Imperio y detrás de la ventana, la esquina de la calle Canning con la calle Corrientes (Buenos Aires).


EL COLONIZADOR AGRADECIDO

Hace diez años, busqué los teléfonos de mis hermanos en Buenos Aires.

Después de tachar a todos los Lewin que encontré en la guía telefónica, asumí que nunca conocería a ninguno.

- No conozco a tus hermanos.

Los Lewin, la rama polaca de los descendientes de la tribu judía de Leví, todos al teléfono:

- No conozco a tus hermanos.

Pero un día conseguí entrar en un edificio oficial. Recuerdo que era decadente y tenía unas escaleras descomunales. Parecía que allí se había detenido el tiempo junto al corazón de algún antiguo general. Al final de las escaleras, apareció un señor muy de otro siglo, con una escarapela enorme en la solapa. Y me acordé de cuando el siglo pasado yo era niño, y llevaba una escarapela en el guardapolvos de la escuela, y juraba cada mañana la bandera.

Hablé con el señor antiguo, y me contó que buscar familiares era un trámite que llevaba mucho tiempo. Pero a mí me quedaban solamente dos semanas más en Buenos Aires. Por eso, le rogué que me hiciera el favor de acelerar el proceso. Lo hizo, y cerró el asunto extendiendo una mano con un papel manuscrito, y calló mi agradecimiento con una frase inolvidable:

- Para que le cuentes a los colonizadores lo bien que te han tratado los indígenas.

Me guardé muy bien ese papel. Había conseguido las direcciones de mis dos hermanos por parte paterna: Claudio y Andrea Lewin.



UN DIA DE JULIO DE 1998

Cuando llamé al timbre de Andrea Lewin, no bajó mi hermana sino un hombre que decía ser su marido.

-Mostrame tu cédula de identidad.

Me pareció lógico que ese hombre me pidiera identificación, porque mi historia era inverosímil. Se la mostré.

- Es verdad, sos un Lewin. Mirá, tu hermana no quiere verte.
- ¿Por qué? Sólo quiero tomarme un café con ella.
- Disculpá, pero no tiene una buena relación con su papá.

Su papá, mi papá, nuestro padre común. Parece que la sombra de Jacobo Lewin me estaba tapando a mí.

- Tomarnos un café, ¿no sería posible?
- No.

En ese día de julio de 1998, en alguna cafetería de Buenos Aires, hubo dos cafés que estaban destinados a nosotros, pero se los tomaron otras personas.

Ya no intenté conocer a Claudio.

El papel con las direcciones de Claudio y Andrea se quedó diez años en una carpeta, en el fondo de un baúl, en una habitación de una casa de Madrid.



UN DIA DE JULIO DE 2008

Diez años después, yo estaba de nuevo en Buenos Aires. Me desperté temprano y desayuné con dos facturas de ricota y dulce de leche. Cogí el papel del general criollo, lo doblé cuatro veces y me lo guardé. Según ese papel, mis dos hermanos vivían en la misma calle. En el 74, y en el 451. Me dirigí hacia allí.

En Buenos Aires no había monedas. Yo llevaba en el bolsillo un montón de billetes, pero con eso no podía pagar el colectivo. Pregunté por qué nadie tenía cambio. Todos me contestaron que no se sabía, y que el gobierno tampoco lo sabía, y que simplemente, las monedas habían desaparecido.

Alguno de los seres inmersos en el surrealismo que vive por allí, me había contado que las monedas se fundían para vender su metal. Y que el material resultante se vendía más caro que la moneda del que procedía. No entiendo mucho de economía, pero eso no debe ser bueno. Ya sé por qué Argentina significa Tierra de la Plata. Allí, la plata es un tema muy importante. Pagué el colectivo con un billete.

Llegué al número 74 de la calle de mi papel arrugado. Era la posible casa de mi hermano. Pregunté al portero en qué piso vivía Claudio.

- Llevo acá muchos años, y no conozco a ningún Claudio.
- ¿Pero cuántos años llevas aquí?
- Muchos años.

No insistí.

Me puse a andar hacia el número 451 de la misma calle, donde estaba la posible casa de Andrea Lewin. Lo recordaba todo. Yo ya había hecho ese recorrido. Mientras andaba, de una nube se desprendió la palabra “Edificio”, y calló rodando a mis pies.

Llamé al portero del 451 y le conté mi historia completa. Después de quedarse en silencio un buen rato, me dijo con claridad:

- Andrea vive en el 3ºB.

Me sonaba mucho. El 3ºB. Hacía diez años, era allí donde vivía mi hermana.

Llamé al timbre, y una mujer me dijo que allí no vivía ninguna Andrea Lewin, y que no conocía a ninguna Andrea Lewin. Pensé que quizás Andrea Lewin me estaba diciendo que ella no vivía allí.

Me puse a llamar sistemáticamente a todos los pisos del edificio, desde el primero hasta el noveno, preguntando por Andrea Lewin. Nadie sabía nada o no querían saber.

Iba por el sexto piso, cuando salió a la calle un chico que rondaba los veinticinco años.

-¿Qué pasa?, ¿Qué estás buscando?

El chico estaba visiblemente nervioso. Yo le expliqué toda la historia. Le conté que hacía diez años había llamado a esa misma puerta, y que bajó el marido de Andrea, y que Andrea no quiso verme porque creía que yo era un emisario de mi padre, pero que en realidad yo no era eso, y que sólo quería tomarme un café con ella para conocerla.

El chico solamente negaba y miraba al suelo, y negaba y miraba a mi derecha por encima de mi cabeza. Yo también miraba por encima de su cabeza, porque había una mujer varios metros detrás de él, y yo intentaba encontrar en ella mis rasgos.

- Acá no vive esa mujer. Nosotros vinimos a vivir acá hace dos años. Yo no sé nada. A lo mejor se fue a Estados Unidos cuando empezó la crisis. Preguntá en la inmobiliaria.

Yo insistí, sabiendo que quizás le estaba contando mi historia de locos a un desconocido que no tenía nada que ver con Andrea Lewin, y que posiblemente me estaba percibiendo como a un demente o a un ladrón.

A pesar de mis intentos, el chico sólo quería que me fuera. Le dije que seguiría llamando a los pisos que me faltaban, del sexto al noveno, y me advirtió que conocía a todos los vecinos, que allí no vivía ninguna Andrea Lewin, y que dejara de molestar.

Sé que me expreso bien, pero sólo por escrito o cuando no hay nada en juego. No me sirve de nada en los momentos verdaderamente importantes. En mi primera visita, hace diez años, podría haberle dicho algo más al marido de mi hermana. Y en esta ocasión, podría haberle dicho algo más al chico que tenía delante.

Volví hacia la parada del autobús pensando que jamás conocería a mis hermanos. ¿Qué podía tener Andrea Lewin contra mí, si no nos conocemos? ¿Qué habrá pasado entre ella y mi padre para que, en dos ocasiones, me niegue la entrada?

Quizás a mi hermana le parezca absurdo tomarse un café conmigo. En Buenos Aires la gente no está para lirismos. Están demasiado preocupados porque tienen que sobrevivir en una ciudad de locos, y están inquietos porque cualquier historia puede servir para entrar a robar a una casa. Creo que soy muy afortunado, porque yo sí estoy para lirismos.

¿Están todos locos, aquí en Buenos Aires? No buscaré más. ¿Para qué? Si ya tengo otros hermanos, mis hermanos maternos, que sí me abren la puerta. Si en realidad un hermano es una persona que te quiere, y creo que de esos, también tengo muchos.

Nunca sabré si el chico que bajó a la calle estaba tan nervioso porque yo le estaba contando una historia demasiado novelesca para ser cierta, o si el chico que estaba nervioso era mi sobrino, y su madre Andrea Lewin.

En ese día de julio de 2008, en alguna cafetería de Buenos Aires, hubo dos cafés que estaban destinados a nosotros. Pero se los tomaron otras personas.

Tomé el colectivo de vuelta escuchando canciones. ¡Menos mal que existen las canciones, que dan consuelo y un marco de belleza a las cosas feas! Resignado y un poquito triste, escuché una y otra vez la canción más perfecta posible en ese momento: Going to a town, de Rufus Wainwright. Y canté junto a Rufus: “Estoy tan cansado de ti, América”.

¿Acaso Rufus no es hermano mío? ¿Y vosotros que leéis esto con interés, no sois hermanos míos?




EMAILS DESCOMUNALES

Durante quince días, seguí acumulando billetes inservibles en los bolsillos, y el papel manuscrito que me dio el general criollo volvió a dormirse en una carpeta.

En Buenos Aires, es habitual que junto al café se sirva un vaso de soda, incluso un zumo de naranja y un par de galletitas. Cada mañana visitaba una cafetería, tomaba mis facturas y pedía mi café con poco café, que allí se llama lágrima. Después, me pasaba un rato largo conectado a Internet.

Una mañana de agosto de 2008, me desperté sin imaginarme el email que me esperaba. Hay días que me siento filmado por los mejores directores del planeta. Esa mañana, se despertaron temprano, prepararon todo, y filmaron.

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Remitente: Brian.
Asunto: Hola Andrés Lewin


Hola Andrés, mi nombre es Brian. Soy hijo de Andrea Lewin.

Antes que nada quiero pedirte disculpas. Estuve investigando en el blog de tu página web, y como vos mismo decís ahí, acá en Argentina somos “justificadamente desconfiados”, y te puedo decir que el día que viniste, nos tomaste por sorpresa.

Voy a ser completamente sincero. Mi mamá no tiene un buen recuerdo de su papá, y no quiere encontrarse con esa etapa tan triste de su vida. Le hace muy mal.

Si quieres conocernos a mí y a mi hermano, solamente a nosotros, sería un verdadero placer.

Mil disculpas, y espero que puedas entender a mi mamá.

Brian

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Remitente: Andrés Lewin
Asunto: Re: Hola Andrés Lewin


¡Hola! Estoy realmente sorprendido. Es decir... ¿me está escribiendo un sobrino? ¿Eres tú el que bajaste a la puerta?

El hecho de que yo quiera conocer a tu madre, no tiene nada que ver con nuestro padre común. No tengo ningún mensaje de nuestro padre para ella, ni tengo intención de contarle nada de él, porque por otra parte, sé muy poco. Hace diez años intenté conocer a tu madre y no pude, y hace dos semanas lo intenté de nuevo y no pude. Sólo quiero tomarme un café con ella y hacernos una foto. Hablaremos de cualquier cosa menos de nuestro padre. Pero si ella no quiere, por el motivo que sea, lo entiendo.

Yo he venido a encontrar a mis familiares perdidos. Por eso, me encantaría conoceros a vosotros dos, aunque no venga mi hermana.

Me voy de Argentina el 14 de agosto, y después, será difícil que vuelva a corto plazo.

Gracias por tu mail, me ha puesto muy contento.

Espero tu respuesta.

PD: ¿cómo me has localizado?


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Remitente: Brian
Asunto: Re: Re: Hola Andrés Lewin



Hola Andrés, ¿como estas?

Si, soy yo el que bajó a la puerta. De nuevo te pido disculpas.

Si te vas el 14 de agosto, me parecería conveniente encontrarnos cuanto antes.

En cuanto a cómo te encontré, yo escuché hace algunos años una canción tuya, no recuerdo cual. En ese momento no te relacioné con mi mamá, pero ayer por la mañana me acordé de aquella canción y de que el cantante se llamaba Andrés Lewin. Entré en tu web y reconocí a la persona que vino a tocar el timbre.

Mi hermano y yo hemos escuchado tus canciones, y nos encantan tus letras.

Espero tu respuesta.
Nos vemos,
Brian

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EL IMPERIO

Mi madre echó a mi padre de casa cuando yo tenía dos años. Durante ocho años más, yo seguí viendo a mi padre los fines de semana. Después, desaparecí de Buenos Aires.

En la esquina de la calle Canning con la Calle Corrientes había una cafetería llamada El Imperio. Era allí donde mi padre y yo nos encontrábamos. Él se pedía un licuado de banana y un sándwich mixto, y me pedía un licuado de banana y un sándwich mixto.

Cuando yo era niño, hubo una inundación terrible en Buenos Aires. Recuerdo que el agua me llegaba por la cintura y caminar se me hacía complicado. Ese día conocí el mar.

Pero el día de la inundación, el Imperio se incendió.

Cuando un día de julio de 1998 visité El Imperio, sus espejos todavía recordaban las llamas. Cuando un día de agosto de 2008 visité El Imperio, sus espejos habían olvidado las llamas.

Y fue allí, en El Imperio, donde quise encontrarme con mis sobrinos. Nuestra cita era a las cinco.

Eran las cinco menos cuarto en la puerta del Imperio. Me fumé varios cigarrillos, uno detrás de otro, y eran las cinco menos cinco. La boca del subte Malabia suspiraba, y de una nube colgaba la palabra “Añoranza”. Eran las cinco en punto.

El chico que unos días antes defendía a su familia, apareció con una sonrisa enorme y un hermano más joven a su derecha. Y el hermano, ese sí que se parecía a mí.

- Estoy con mi papá, que está esperando en el coche. ¿Querés subirte y vamos a un lugar más tranquilo? Acá hay mucho ruido.

- Preferiría que nos quedásemos aquí. La última vez que te vi estabas muy nervioso y parecías un poco violento. Yo no sé qué pasó entre mi padre y tu madre, ni sé qué pensáis sobre mis intenciones. Prefiero un lugar concurrido.

Mis sobrinos se sentaron en una mesa del Imperio. En esa mesa, hacía ya demasiados años, se había sentado su abuelo, al que no conocían.

Pocos minutos después apareció un hombre por la puerta. Le reconocí. Era la persona que hacía diez años me había pedido la identificación y me había negado la entrada.

Ya estábamos todos en la mesa. Todos menos Andrea Lewin.

Yo pedí un licuado de banana y un sándwich mixto. Ellos también.

Empecé explicándoles que el motivo de reunirles era mi vínculo romántico con el pasado. O la curiosidad. O el sentido literario. O no sé.

También les conté que tenía información contradictoria sobre mi padre, y que necesitaba una versión más para poder decidir, como un juez ante las pruebas.

Me puse a contar una historia un poco triste, de recuerdos difusos y quizás distorsionados. Mientras yo hablaba, los camareros del Imperio servían cafés y cafés y cafés.

En ese día de 2008, en la vieja cafetería del Imperio, se sirvió un café que estaba destinado para Andrea Lewin, pero se lo tomó otra persona.

Mientras yo hablaba, mis oyentes abrían la boca por orden de edad. El mayor, de unos 40 años, el marido de Andrea Lewin, el que me pidió la cédula de identidad en mi anterior visita, tenía la boca abierta, pero de un modo bastante disimulado. Brian, de 23 años, el que bajó a la puerta cuando toqué al timbre en esta ocasión, tenía la boca abierta. Y por último Alan, de 18 años, tenía la boca muy abierta. Él ni siquiera sabía que tenía un abuelo llamado Jacobo Lewin.

Cuando terminé mi historia, el marido de Andrea sentenció:

- Tu historia es muy similar a la de mi mujer.

Y no se habló mucho más sobre ese tema. Apenas algún relato poco conocido. Alguna historia un poco triste. Yo creí su versión, la creí totalmente, no tenía por qué no hacerlo, pero la palabra “Nunca” se desprendió de un edificio cercano, y se quedó a las puertas del Imperio.

Cuando di el último sorbo a mi licuado de banana, la palabra “Nunca” entró por la puerta del Imperio, me saludó, y yo la acogí.

Nunca conoceré a mi padre. Nunca sabré la verdad. Nunca voy a juntar las pruebas suficientes. Es como intentar conocer a Ben a la altura de la mitad de la cuarta temporada de Lost. ¿Es bueno o es malo? No sé. Es Ben.

Pero ya no importa, pasó hace mucho. Déjalo estar.

Después supe que mi hermano Claudio Lewin decidió viajar, y que realmente está muy lejos. Algún día le conoceré. Yo, mis antecesores, y mis hermanos, estamos vinculados a España, Polonia, Turquía, Argentina, Estados Unidos, e Israel. ¿Viajamos porque somos judíos? ¿O viajamos porque somos pobres?

También supe que fue Brian el que convenció a su padre para encontrarse conmigo. Pensó, al leer las letras de mis canciones, que yo era una buena persona. Saber eso me llenó de alegría, aunque no sea cierto, porque soy un ser humano, y salvo pocas excepciones, los seres humanos no somos buenos ni malos.

Y supe, que cuando llamé al timbre quince días atrás, la que contestó no era Andrea, sino Alan. Y que después de mi visita sorpresa, tuvieron que explicarle que su abuelo biológico no era el que él conocía.

Aquella cita estuvo muy bien. Antes de ponerme a escribir esta historia he vuelto a ver las fotos que nos hizo un camarero. Salimos muy sonrientes.

Si alguno de vosotros pasa por El Imperio, en la esquina de la calle Canning con la calle Corrientes, que pare y se pida en mi honor un licuado de banana y un sándwich mixto. El que quiera llegar, tiene que saber que hoy la calle Canning se llama Scalabrini Ortiz, y que al lado del Imperio ya no hay una tienda de discos sino un McDonalds. Y que en El Imperio nada puede ser prosaico, porque allí late el corazón de Buenos Aires y la historia muda de todas las infancias.

Y si alguno de vosotros hace una parada en el viejo Imperio, y ese día alguno de vosotros se acuerda de mí y se toma un licuado de banana y un sándwich mixto, por favor que me lo cuente.



14 DE AGOSTO DE 2008

El 14 de agosto estaba previsto mi viaje de vuelta. Era invierno en Buenos Aires y era verano en Madrid. Ese día, si mi madre viviera, habría cumplido 74 años.

Me desperté temprano y desayuné con dos facturas de ricota y dulce de leche. Cogí el papel del general criollo, lo desdoblé y lo guardé en la carpeta de siempre. Me conecté al Messenger, y me encontré a uno de mis sobrinos usando de nombre una frase de mis canciones. El otro sobrino tenía puesta nuestra foto. Hay gente que piensa que Internet nos aleja del trato humano. Ante la evidencia constante, yo pienso lo contrario.

Me despedí de ellos dándoles de nuevo las gracias por la cita. Alan se despidió de mí diciendo:

- Mi mamá te manda un abrazo fuerte.

Unas horas después, mi avión hacia Madrid despegó.

6 de septiembre de 2008

Carta para mis fantasmas


En la foto, se ve el número 125 de la calle Canning, en Buenos Aires. Cuando llegué, hice sesenta fotocopias de la carta que transcribo a continuación, y las dejé debajo de la puerta de las sesenta casas del edificio.


Carta para mis fantasmas

Me llamo Andrés Lewin. Este edificio, el 125 de la antigua calle Canning, fue construido por mi padre, Jacobo Lewin, hace más de treinta años. Y hoy, ante mis ojos, se ha llenado de fantasmas.

Mientras mi padre lo levantaba, mi madre se ilusionaba con una nueva vida y concebía mi existencia en su mente. Y así fue cómo nací, entre planos y frasquitos de homeopatía, en esta increíble ciudad de Buenos Aires, en la letra E del primer piso de este edificio. Estoy escribiendo esta carta, con la idea de dejar una copia para todos los que hoy viven allí.

Mi padre pudo levantar este bloque de piedras pero no supo sostener el amor. Mi padre jamás me dijo te quiero, y algunos años después, mi madre me refugió en España. Hoy, a finales de julio del año 2008, vuelvo a este lugar desde Madrid, para saludarlo y despedirme.

No me despido de una materia inerte. Me despido de unas piedras cargadas de sentimientos. He venido a despedirme de mi pasado.

Sólo porque es bueno contar pequeñas historias, ya que el mundo está lleno de cosas prosaicas. Y sólo porque estas palabras podrían inspirarte o motivarte a pensar en algo elevado. Y sólo porque quizás me recuerdes, o recuerdes a mis padres o a mi hermano, y quizás tendrás un recuerdo amable. Por estos motivos, me he puesto a escribir esta carta, que dejaré en la puerta de tu casa.

Entre estas paredes aprendí el lenguaje que ahora utilizo. Entre estas paredes mi madre jugó conmigo al avioncito, y me quiso como lo hace una madre inmensa. Aquí escuché por primera vez una canción emocionante. Aquí entendí que los gatos son elegantes y que no se dejan domesticar. Aquí supe que la vida es maravillosa, pero también que mi madre un día llegaría a las estrellas, desde donde ahora me contempla. En este lugar he visto llover y llover, y aprendí que lo mejor de la vida está en la belleza que se encuentra en todas las cosas.

Te pido, a ti que lees esto, a ti que vives entre estas piedras donde se esconden los fantasmas de mis diez años, que vuelvas a hablar con ellos, porque les he visto agazapados, esperando unos ojos nuevos y una mirada ilusionada.

Pídele al fantasma de mi padre, que me quiera más. Y dile al fantasma de mi madre, que el amor que dio a sus hijos nunca se pierde. Y a los fantasmas de mis juguetes, y al fantasma del tocadiscos y a las canciones inconcebibles, dales una patada directa a Madrid. Saluda a los gatos y al granizo. Y si ves a los fantasmas que hacen llorar, es mejor que te hagas el tonto, y bajo ningún concepto les cuentes a dónde he ido.

Quisiera que me relates el devenir de este edificio y de esta calle, y me refiero solamente a su devenir poético, o sea a las cosas bonitas o feas que pasen aquí. Puedes escribirme a andreslewin@andreslewin.com, y contarme todo lo que te dicen mis fantasmas. Yo te lo agradeceré muchísimo, porque harás algo lleno de belleza. Pero te daré las gracias desde el presente, desde este lugar maravilloso, donde sólo permanecen los buenos recuerdos.

Un abrazo.

Andrés Lewin
Buenos Aires, 25 de julio de 2008

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Me imagino que la mayoría de las personas que se encontraron con ese papel lo tiraron directamente a la basura. Y entre los que lo leyeron, supongo que algunos me tomarían por un loco, otro montón desconfiaría de mis intenciones, y los demás no tendrían el espíritu para ocuparse de un asunto tan poco práctico. Sólo sé que quince días después, recibí una respuesta, que transcribo a continuación (previa autorización de la autora). Una sola respuesta que valió por mil.

Respuesta recibida en mi correo electrónico, el 10 de agosto de 2008:

Leí tu "carta" hace pocos días. No le dí mucha importancia a ese papel que aparecía debajo de mi puerta, pensando que era publicidad de alguna inmobiliaria.

Cuando me decidí a hacerlo, me brotaron las lágrimas al ver, o mejor dicho sentir, tu sufrimiento. Te debo conocer, porque mi esposo y yo compramos a estrenar el 4°F en abril de 1970. Yo sigo aquí, pero él falleció hace 10 años. Tengo una hija de 34 y un varón de 31 años. De tu mamá tengo un leve recuerdo.

¿Eres escritor?

Hoy es el Día del Niño aquí, entonces quiero saludar, abrazar y besar a ese niño herido que hay en vos.

Graciela Maria Silvestri

1 de septiembre de 2008

Que se lo coma el negro, que se lo coma el mexicano



Yo vivo en un barrio marginal, con un porcentaje muy elevado de inmigración de origen muy heterogéneo. Y tengo el orgullo de ser una auténtica minoría étnica. Todo un embajador, porque dudo que haya otro judío.

Un domingo cualquiera, me desperté y me propuse hacerme una pizza carbonara marca El Caserío. Pero por supuesto, hay que echarle más bacon y más queso que el que trae, ya que el objetivo es engordar. Queso tenía. Necesitaba bacon.

Fui a la tienda de alimentación china de mi barrio. En la nevera, había algunas bolsas de bacon rosado, que suele ser el color del animalito del que proviene, pero detecté una bolsa de bacon marrón. Marrón negruzco.

- Oye, quizás tendrías que tirar este bacon, ¿no? Está negro...
- ¡¡¡Deja bacon en nevela!!!
- ¡¡¡Pero si está podrido!!!
- ¡¡ No impolta!! ¡¡Coge otlo!!
- No entiendo… No lo vas a vender...
- ¡¡Que se lo coma el negro!! ¡¡Que se lo coma el mexicano!!

No sé, este tema me tiene bastante inquieto. Porque yo me pregunto. ¿El chino se refería a un negro en concreto, a un negro con nombre y apellido, que debía comerse ese bacon corrupto? El chino, ¿Se refería a un mexicano en concreto, un mexicano que vive en mi barrio y que querrá comerse ese bacon horrendo? Y yo me pregunto. ¿Es que el chino está enemistado con ellos, y por eso les quiere adjudicar la ponzoña?

Porque hay otra posiblidad, y no podemos descartarla. Quizás la frase “que se lo coma el negro” esconde una afirmación más general. Puede que el chino piense que debería existir una correlación entre el color de la piel y el color del alimento ingerido. Pensad que la medicina china es bastante loca. Está llena de ideas super respetables, pero pendientes de demostración mediante el método científico. Entonces, ¿quizás las personas de pieles oscuras deben comer comida oscura, por ejemplo bacon negro, respetando algún tipo de norma loca? Si esto fuera así, ¿todas las coca colas serían para los negros? No creo. En primer lugar, porque he visto al chino vender coca colas a los blancos. En segundo lugar, porque la correlación raza-alimento nunca podrá ser perfecta. Por ejemplo, los negros no llevan burbujas de gas, y no deberían beber coca cola, si nos guiáramos por esta norma.

Y me pregunto. Este chino, ¿sabrá que yo soy judío? ¿Me tendrá adjudicadas las judías? ¿Cree que son para mí? ¿Ante unas judías caducadas, este chino dirá “que se las coma el judío”? Es todo tan confuso.

Yo creo que no es un chino normal. Generalizando, y por tanto equivocándome, diré que todos los chinos que atienden en bazares y tiendas de alimentación son super simpáticos y super bordes. Las dos cosas al mismo tiempo, creando una paradoja. Pero mi chino es diferente. No todos hacen tai chi, como mi chino.

En cierta ocasión, le sorprendí realizando posturas inverosímiles cuando entré en su tienda. Él estaba solo. El bacon marrón observaba, pero sin decir nada.

- Hola, ¿Qué haces?
- Hago tai chi.
- ¡Ah, mi madre hacía taichi! ¡Es muy relajante!
- ¡¡¡No tu madle no taichi!!! ¡¡¡Imposible, tu madle no!!! ¡¡¡Taichi mucho peliglo!!!

Mi madre murió hace tiempo. El chino no pudo conocerla. Pero el chino estaba seguro de ello. Y es un hecho que mi madre hacía tai chi. Entonces pienso, ¿mi madre era peligrosa? No sé, no me pega nada. Creo que el chino está chiflado.

Porque después de esta extraña conversación, el chino se puso triste, y lo noté porque se puso a mirar hacia el suelo, en silencio, y lleno de amargura. Yo, en un intento de ayudar, le pregunté si era feliz. No supo responderme. O sea, él sacó el diccionario, y buscó la palabra feliz, pero no la encontró.

¿La moraleja? Que se lo coma el negro. Que se lo coma el mexicano.

29 de julio de 2008

Disco dentro del disco


En la foto de arriba, estoy en Buenos Aires, en el barrio de La Boca, mostrando la contraportada de mi disco "Agencia de Viajes", justo en el lugar donde se hizo la foto de la contraportada de ese disco (pinchar sobre la foto para verlo con más detalle). Todo muy borgiano, como corresponde al país que he venido a visitar.

23 de octubre de 2007

Videoclip de Luis Ramiro

Luis Ramiro, un gran amigo y un genio de la canción de autor, ha sacado recientemente su primer disco, llamado "Castigado en el Cielo". Ya hay un videoclip en youtube. Se trata del single, "K.O.
Boy".

Por cierto, yo salgo entre 1 min 03 seg - 1 min 06 seg, y en 1 min 58 seg (salgo sentado con la guitarra, y después haciendo que bajo unas escaleras). Espero que os guste!!!


8 de abril de 2007

Pequeña lección interactiva de historia



Paul Tibbets lanzó la bomba sobre Hiroshima a 9.60 km de altura. He captado en Google Earth la imagen de Hirosima a 9.50 km de altura (no he podido afinar más), para intentar verlo como lo vio él antes de apretar el botón.

Sms de amor



Ayer te mandé un beso. Ha cruzado España a través de cultivos, varios bosques, una catedral, la casa de Ana, ha acortado por carretera, y te acaba de llegar.

20 de marzo de 2007

Biografía de Luis Ramiro


Quiero dejar constancia aquí de la maravillosa biografía de Luis Ramiro escrita por Jesús Sarabia.

Jesús Sarabia también es el responsable de mi biografía, que aparece en mi web, y del diseño del disco Castigado en el Cielo que veis a la izquierda de estas líneas.




ACERCA DE LUIS RAMIRO (NO AL ESPANTAJO)

Hola, buenos días. Estoy cansado. Luis Ramiro no es Andrés Lewin. No, no lo es. Ambos sobrevalorados seres se conocen, incluso cabría decir que tienen ciertos vínculos afectivos. Dado que tuve alguna vez la mala fortuna de cruzarme en el camino de estos atávicos y/o conductualmente aviesos ciudadanos, hoy comenzaré, con este escrito que ahora comienza, la serie de moralizantes e hiperestéticas biografías de estilo neoclásico que tratarán de mostrar a la mayor cantidad de gente posible el enorme fallo que tuvo nuestro gran creador al concebir la existencia de estos petulantes personajes. Ahora hablaré de Luis, esto es lo que haré en las líneas que siguen a esta breve y especialmente lenguaraz introducción, pues considero que esta es quizás la última oportunidad que se me brinda para hacer las cosas bien, y no mal.

Es normal que alguien, por ejemplo, que en este preciso instante, por la tarde, en un lugar cualquiera, en el que lee estas amables palabrotas, pueda quedarse estupefacto, que no tumefacto, al oler el olor a putrílago que desprende la desesperada enumeración de excelencias y, ¿por qué no?, miserias, que se adhieren como asquerosas acelgas en la espalda- metafóricamente hablando, claro-, de Luis, el magnate del linóleo.


PARTE PRIMERA

Luis nace, aproximadamente, un feliz día de octubre de 1970, a la edad de 13 años. En aquel preciso instante, un gigantesco asteroide pasaba demasiado cerca de nuestro planeta, advirtiéndonos de algo.

Su queridísima por mí madre, así como su ultrapreciado por mí, y superbienintencionado padre, el cual asistió al parto del asqueroso cantautor, quedaron estupefactos, que no tumefactos, al observar que el repugnante bebé nacía portando un cuchillo entre los dientes. La matrona sonreía, según el testimonio de su auxiliar, reflejado en el parte del parto, con una malévola sonrisa, más propia de una zorra de Satán, o de un cazador furtivo, que de una profesional de la medicina.

Debo hacer las cosas más o menos bien, pues se me encoge el corazón ante la posibilidad de hacerlo mal.

He explorado innumerables países a lo largo de mi larga existencia, pero no encontré ¡jamás! Criatura de Dios más demagógica y espinosa que Luis el cantautor.

Luis comenzó su caminar por esta grotesca vida que nos tocó vivir, con unos alicates, como dije antes; pronto comenzaría la debacle.

A mi juicio, su precoz afición a los negocios es un dato muy significativo acerca de su personalidad. Luis es esa clase de persona incapaz de pedir perdón al que lo necesita y de situar su mano sobre el hombro del desperado, ni siquiera prestará ¡nunca! apoyo logístico a un amigo que arruine sus nalgas pateando las calles de esta maltrecha ciudad con el fin de prestar algún servicio al fétido cantautor.

Luis hizo una fortuna con la industria del linóleo. Ten por seguro, amigo lector, que tus hijos, así como los míos, darán sus clases de educación física sobre el suelo fabricado por L.L.L. (Linóleos Luis Luis). Esto le otorga un poder que difícilmente podremos soportar.

Yo nací con él. Nuestras madres parían a la vez y en el mismo lugar. De hecho, apretaban la una contra la otra las plantas de sus pies. El salió unos segundos antes. Cuando conseguí sacar mi cuerpo del de mi madre, Luis me saludó y me dijo estas palabras que no olvidaré jamás: “Te voy a putear hasta que revientes”. Mi vida, entonces, es un infierno desde el comienzo, gracias al funesto personaje al que van dedicadas estas frases.

Se puede decir que Luis ha consagrado su vida a agobiarme, esta es su principal obsesión, y por tanto, también la mía.

Yo soy una persona débil, si bien de rasgos abruptos, aunque agradables.

Yo conseguí montar en moto algunas veces, he terminado un ciclo de grado superior, fui una pequeña leyenda del instituto durante mi especialmente breve adolescencia.

Pero, a pesar de todos estos inmensos logros, que me situarían en un lugar de honor dentro del sistema meritocrático, no consigo sentirme bien. Cuando cierro los ojos, prácticamente siempre aparece la imagen de su carnosa nariz, más amenazadora que la mirada inexpresiva y criminal de un varano, algo de lo que, por otra parte, también está dotado.

Edulcora cualquier velada con cualquier vulgar tonada. Nunca toca tralla, y a mí eso me ralla. ¡Dios!, lo que daría por aplastarle en una plaza gracias a la fuerza de mi vigoroso pecho.

Todo esto que dije antes, ¡y me refiero a todo!, pretendo que sea una advertencia para nuestras más jóvenes generaciones ¡Para tus hijos, lector! Para que sepan que nunca hubo hombre tan lobo para el hombre como Luis el magnate del linóleo.

Me obligan en este momento a decir que Luis Ramiro tiene un espacio cibernético donde cualquiera puede llenar su cabeza de imbécil información acerca de su persona: www.luisramiro.com También me obligan en este preciso instante, mediante muy sutiles métodos, a decir que Andrés Lewin recomienda visitarlo.

Jesús Sarabia

15 de marzo de 2007

Solucionar problemas


Yo estaba en un segundo piso de la calle Gran Vía, a la altura del Vips llegando a Plaza de España. Pero donde yo estaba, en lugar de pared había un gran ventanal que daba a la calle. Desde el ventanal yo veía mucha gente yendo y viniendo, porque era hora punta. De repente descubrí que en una mesa había un ratón de ordenador, y empecé a moverlo. El ventanal era de tal naturaleza, que no sólo era un cristal transparente, sino también una especie de pantalla de ordenador. Los movimientos que yo hacía con el ratón, se reflejaban en el puntero, que se movía en el ventanal-pantalla.

Al principio jugué a perseguir con el puntero a la gente que pasaba por la calle, y no sabía qué interés podía tener que la ventana fuera una pantalla de ordenador. Pero en cierto momento pulsé el botón derecho del ratón sobre una de las personas que pasaba, y para mi asombro, apareció alrededor de esa persona una especie de aura de color verde. Y no sólo eso, sino que en el ventanal-pantalla se abrió un desplegable con varias opciones. Una de las opciones del desplegable era "solucionar problemas". Hice click en "solucionar problemas" sobre esa persona, y el aura verde tuvo una vibración intensa y desapareció elevándose. Había solucionado sus problemas.

En ese momento me di cuenta de que yo estaba en un sueño, porque aquello era demasiado excepcional como para suceder en al vida real. En estos casos, la ciencia no ha determinado si durante el sueño uno sabe que está soñando con la consciencia y la lucidez propias de la vigilia, o si el hecho de ser consciente de que uno está soñando sólo es parte del sueño, y se tiene una sensación ilusoria de consciencia y lucidez, que no son reales. Pero da igual cómo funcione el asunto, el caso es que yo me di cuenta de que estaba soñando, pero creía que a pesar de ser un sueño, la gente que estaba viendo pasar por la calle era gente que existía en el mundo real, que de alguna manera se había colado en mi sueño, y que yo podía solucionar sus problemas reales en ese momento. Sus problemas no existirían, a la mañana siguiente. Se trataba de una especie de oportunidad única que me había sido concedida sólo durante el tiempo que estuviera soñando. Así que me puse manos a la obra, deseando qu! e no sonara el despertador.

Durante el sueño, me convertí en un ser super-humanitario, e intenté solucionar los problemas de la mayor cantidad de personas posibles. Empecé a perseguir a la gente con el ratón, después botón derecho, aura verde y desplegable, "solucionar problemas", vibración y elevación del aura y a por otra persona. Había un detalle interesante: si las personas andaban demasiado deprisa no se les ponía el aura verde al hacer click sobre ellos, y yo no podía ayudarles.

Poemas de amor y comida




La imagen de arriba refleja la quintaesencia de estos poemas que escribí en 2006. Espero que os gusten.


AMOR DESIGUAL

Desde que te conozco
en mi ventana se posa una gaviota,
y en la tuya un pangolín.


GENTE ENAMORADA

Me voy cayendo
por el túnel oscuro de gaviotas
que me lleva a la zona más sangrienta de Bagdad.
Voy de la mano del coronel amigable y asesino
que me da la plasta con su historia de amor más tierna que la mía.
Acto seguido revienta en mil pedazos,
y yo no.


COMIDA ARGENTINA

Cuando te vas,
mi barrio se hace pequeño,
se derrumban los edificios
y desaparecen mis vecinos.
Al final solo queda mi casa,
y descubro que mis vecinos
se han amotinado en la cocina.

Y se comen mis empanadas.

No les daré mis trucos.



LA SOLUCIÓN

Por la calle,
todos los chicos son más guapos que mi novio.
Pero el más guapo de todos,
el que duerme a mi lado,
un día pasó por la calle.

No quisiera leer en sus ojos un adiós.

Por eso hemos pintado mi habitación con tráfico,
semáforos
y estaciones de metro.


LA CAMA MALACOSTUMBRADA

El día que te comí la polla en aquel parque,
cuando volví a casa,
mi cama había cambiado de sitio
(malacostumbrada a tener porno en vivo,
esta vez no quería perdérselo).
Pero no pudo pasar por la puerta.



CEMENTERIO DE BESOS

Por cada beso perdido
hay un pequeño ataúd.

En la lápida está el nombre
del que quiso dar el beso
junto al nombre
del que quiso recibirlo.

Para los besos unidireccionales,
esos que sólo tienen remitente,
las autoridades gastan menos dinero.

Suelen acabar en fosas comunes.



AGUJERO

Hay una cosa
que va de tu casa a la mía
pasando por la panadería
y dejando un agujero.

Llevo una semana intentando escribir una nana
pero me duermo.



VOY A

Voy a empezar un diario.
Voy a ir al gimnasio.
Voy a dejar de fumar.
Voy memorizar el diccionario.
Y entre plan y plan, espero vivir un poco.

Alguien debería catalogar este trastorno.



CARGADOR DE MIEDOS

Tengo miedo.
Estoy cargando miedos.
Tengo miedo a tener miedos
porque me han dicho que el miedo engorda y mata.



ENTREVISTA

-Háblanos de tu futuro ¿Qué proyectos tienes en la actualidad?
-Seguir viviendo, y procurar no perder la vida, y procurar conseguir
cosas placenteras para mí, respetando las leyes.
-Según nos han informado, hace poco has tenido un desengaño amoroso.
¿Cómo te encuentras al respecto?
-Estoy irremediablemente mejor, y eso me produce una gran tristeza.
-Muchas gracias, ha finalizado la entrevista.
-Gracias a vosotros por llamarme.



MIS AMIGOS

La amistad es lo único que permanece.
El amor, sin embargo,
tiene escrito su final desde que empieza.
Amigos, pedidme lo que queráis,
que yo hablaré con mis contactos de las altas esferas,
en alguna petit comité,
para que muevan los hilos a gusto de todos.




GIMNASIO SIN ARDILLAS

Necesito endorfinas.
A partir de hoy no voy a parar de correr.
Como en el parque hace frío,
me he apuntado al gimnasio.
He corrido media hora en la cinta
y he estado otros diez minutos con la bicicleta.

En el parque hay ardillas.
He visto que en el gimnasio no las hay.
Un día me persiguió una ardilla durante diez segundos.
Finalmente paré en seco y me di la vuelta,
nos miramos a los ojos y la disuadí.

Al salir del gimnasio he tenido un pequeño mareo.
Hacer deporte nunca ha entrado en mis planes.
Me acordé de la canción de Calamaro que dice
"Yo te prometí hacer deporte pero era una mentira para robarte un tal
vez".
Calamaro es un genio,
no puede estar más claro.

A la salida del gimnasio,
confundí al señor que pica los tickets con una ardilla.
Le di el pan que tenía preparado y se lo comió.



EL INCREIBLE INCIDENTE DE ONDA SEIS

Hoy puedo anunciar
que ya no necesito Válium

¡Pero qué grandes momentos hemos vivido juntos!

Las televisiones siempre me han puesto muy nervioso.
En aquella ocasión,
faltaban 10 segundos para entrar en directo.
Yo no quise que los presentadores y los cámaras se dieran cuenta,
y decidí tomarme mi válium de manera resuelta,
natural,
como si me estuviera comiendo un caramelo.
Para conseguir ese efecto
me lo lancé alegremente a la boca
(en lugar de introducirlo cuidadosamente bajo la lengua).
Pero sucedió que el válium rebotó en un diente,
y cayó en medio del plató,
ante la mirada estupefacta
de los dos presentadores,
los dos cámaras
y mi manager,
que sabía que era un válium
y fue corriendo a recogerlo
y fue captado por las cámaras
que en riguroso directo
le grabaron agachándose y diciendo
de manera silenciosa y clandestina,
"no me lo puedo creer"

Yo creo que los demás asistentes a la escena pensaron
que se me había caído un diente.


Mientras cantaba mi canción,
no pude evitar reírme.

Según el resto de asistentes a la escena,
me reí con un diente menos.

Gracias, Válium,
por todos los buenos momentos que hemos pasado juntos.

Amén.


RECETA DE POLLO HINDÚ

Esta receta está concebida
para dos o tres personas.
Nunca comer en solitario
ni en reuniones de más de cuatro personas,
o el pollo explotará.

Se compra media pechuga de pollo en la pollería.
Se le pide al pollero que el pollo no tenga gripe aviar.
Se le pregunta si han disminuido mucho las ventas de pollo.
Si dice que las ventas han disminuido le preguntaremos “¿Puedo comerte
la polla?”
y los acontecimientos irán indicándonos los pasos a seguir.
No hay que descartar la posibilidad
de tener un incidente desagradable con el pollero.

Si el pollero dice que no han disminuido las ventas de pollo,
le pedimos que trocee la pechuga en cubitos,
ya que queremos hacer una receta oriental.
Si notamos en su cara que le ha parecido excesivo comentarle
que vamos a hacer una receta oriental,
le preguntaremos "¿Puedo comerte la polla?",
y los acontecimientos irán indicándonos los pasos a seguir.
No hay que descartar la posibilidad
de tener un incidente desagradable con el pollero.
Tampoco hay que descartar la posibilidad
de tener una interacción agradable con el pollero.

Llegamos a casa.
Nos ponemos a sofreír dos cebollas.

Durante la cena podremos relatar qué ha pasado con el pollero,
cómo se desarrolló la acción,
etc.

Es recomendable servir el pollo
exclamando “¡Vengo de Paris!”


AHÁ...

Ahora estoy muy ilusionado con mi carrera.
De repente la valoro mucho más que antes.
Lo malo es que llego a casa y mi gato suelta mucho pelo.
También es difícil cortarle las uñas porque muerde,
pero dentro de poco le empezaré a drogar.
Mi gato es muy bonito y le quiero.
Su belleza es su salvoconducto, y también Emilio es su salvoconducto.
Siempre le digo que tiene un pie en la calle,
que como siga así le dejaré fuera
y tendrá que pelearse con otros gatos,
pero él no me hace caso.
Es como un adolescente conflictivo.
No importa.

Con el programa de puntos de MoviStar me han dado un móvil nuevo.
Pero no lo uso,
porque no conserva los mensajes de Emilio
y eso me pone triste.
Y un teléfono móvil
no debería ponerme triste.

Hoy en el supermercado
me he comprado una "raqueta eléctrica exterminadora".
Es una raqueta para matar mosquitos, moscas y "pequeños animales",
tal como dice el plástico que la envuelve.
Bueno, en realidad estaba con unos amigos
y compramos varias raquetas,
algunas para nosotros
y otras para regalar.
Es un objeto increíble.
El concepto de matar moscas a raquetazos es sorprendente.
Una mujer nos vio llevarnos muchas raquetas y no lo entendió.
No importa.

Echo de menos a Emilio.
Me paso en el transporte público una media de cuatro horas al día.
Emilio está en Turín,
y me gusta pensar que me está echando de menos.
Ojalá fuera cierto.


He limpiado las ventanas por fuera y las persianas.
He dejado mi casa muy limpia.
Tengo un horario de clases muy bien organizado,
y una tabla de adelgazamiento muy bien organizada.
Mis amigos me dicen que estoy muy organizado.
Algunos creen que ya no soy un artista
y yo les digo que sí.

Tengo sueño,
todo el día tengo sueño.
Suelo pedir café "con muy poco café".
Si me tomo un café normal me pongo muy nervioso.

Mi tendencia general a ser mejor persona
supone dormir una media de seis horas al día.
La conclusión es que si se duerme seis horas,
se tiene sueño.

A veces me duermo.
Me despierto
y me como una zanahoria.

Últimamente tengo ilusión por todo.
Me siento bastante optimista.
No quiero pensar que voy a la deriva
empujado por los neurotransmisores de mi mente.
Quiero pensar que lo estoy haciendo yo.
Pero eso sí,
por las noches siento tristeza.
Me acuerdo mucho de mi madre.

Menos mal que Emilio está en Turín
echándome de menos.



ME EXPANDO

Me expando.
Me expando como el Universo.
Dicen que he engordado.
Es verdad que llevo mucho tiempo expandiéndome a lo ancho,
pero ahora también he decidido viajar,
conocer nuevos horizontes.
Me espera esta maravillosa España,
este crisol, esta amalgama de culturas,
este cruce de raíces, piedra en el camino y ardillita en el árbol.
Y osos y lobos y ovejitas,
animales de amor.
Necesito saber cómo nació la expresión “Ancha es Castilla”.
Y me inquieta pensar qué opinan los rusos de todo esto.

No nos olvidemos tampoco de ese parquecito en Pamplona
donde los animalitos conviven en paz y armonía.
Cuando veo el telediario me entran ganas
de lanzarme con ellos.

No estoy seguro de si a la inversa,
cuando ellos ven el telediario
tienen ganas de lanzarse hacía mi.
Yo espero que no
y supongo que no,
y aunque tendrían motivos para hacerlo,
ellos no ven el telediario.

Y además yo vivo en Madrid.

Adoro la comida japonesa.
Tengo una especial relación masoquista
con la cosa verde de rábano.

Veréis que hablo mucho de comida.
Pensaréis que es prosaico y glotón.
Pero en mis viajes he descubierto
que la gastronomía también es cultura,
y los veinte kilos que me sobran
son veinte kilos de cultura.

¿Podía yo negarme a conocer los platos típicos de cada lugar que he
visitado,
teniendo en cuenta además que nunca pagué nada?

Puedo decir
que he vivido al límite.
Quizás el momento más extremo
lo protagonicé en el hotel de Barcelona,
cuando aprovechando el buffet libre de desayuno
me comí para desayunar
treinta choricitos.



EL FIN DE LA GRASA

Hoy me enfrento a mis pasiones
con la fiereza de un guerrero:
salgo a la calle con un tupper
lleno de zanahorias peladas,
y me las como.

Es el fin de la grasa.

En este día para la historia,
voy a hacer un homenaje emocionante
a los pilares fundamentales
de mi pasado.

Quiero dar un saludo afectuoso,
cariñoso y palatable
a la alegría de estos conceptos.



LA FIESTA DE LA PALATABILIDAD

En la industria alimentaria,
se usa el término palatabilidad
para designar aquellos alimentos
que en contacto con la lengua
producen una sensación de placer,
y su característica fundamental
es que contienen grasa,
de modo que,
según la industria alimentaria,
sólo lo que tiene grasa es palatable,
y sólo lo que es palatable está bueno,
y por tanto,
sólo lo que tiene grasa está bueno.

Y ésta fue mi guía
en los días de incertidumbre.



LA DEBACLE ALIMENTICIA

El remedio a mi tristeza
eran dos pizzas familiares
con extra de queso
y un mínimo de tres ingredientes,
que en ningún caso podían ser pimientos
o ninguna otra verdura.
Al terminar con todo era habitual
tumbarme en el sofá
para lamentarme y repetir
"qué arrepentimiento,
qué arrepentimiento".

El día de la Gran Debacle,
que hoy recuerdo
con una mezcla de pavor y nostalgia,
tuve que abrir la mesa del salón como si hubiera invitados,
porque además de las pizzas,
hubo fuet,
patés,
hamburguesas,
batido de chocolate,
patatas fritas,
Coca Cola,
pasteles variados,
una baguette
y una palmera de chocolate blanco.

Y éstos eran mis compañeros
en los días de soledad.



LA BALADA DE LA GRASA

Del mismo modo que una balada
es una forma musical
sosegada y tranquila,
la Balada de la grasa
tenía orden,
armonía
y grasa.

La preparación casera de alimentos,
(siempre y cuando engordaran mucho)
traía la calma
en los días de angustia.



LA OPERACIÓN TONELADA

Era imprescindible
dejar panceta en la nevera,
tocino,
una lata de fabada
y calamares fritos.
Al volver a casa
a las cinco de la madrugada,
quizás un poco abrumado por el alcohol,
ésta era mi compañía,
ésta era mi luz,
ésta era mi alegría
en los momentos de tristeza.




VENDO AMPLIFICADOR DE BAJO

A un amplificador de bajo
se le pueden conectar otros instrumentos,
no solamente un bajo,
sino también una guitarra eléctrica
o un teclado.

Debido a la unión emocional que tengo con mi amplificador,
no lo venderé si lo queréis conectar a una ocarina.



MEMORIA

Viene a mi memoria
el mar sacudiendo la puerta
y alguien que no podía oler
sepultándose en rosas.



TRATO

Corazón:
puesto que seguirás bombeando mi sangre para que yo viva,
y puesto que te otorgaré mi sangre para que vivas,
he pensado que deberíamos ser amigos.



CONVERSACION EN LA COCINA

-¿Has echado el agua de la lluvia en el puchero?
-Sí.