6 de septiembre de 2008

Carta para mis fantasmas


En la foto, se ve el número 125 de la calle Canning, en Buenos Aires. Cuando llegué, hice sesenta fotocopias de la carta que transcribo a continuación, y las dejé debajo de la puerta de las sesenta casas del edificio.


Carta para mis fantasmas

Me llamo Andrés Lewin. Este edificio, el 125 de la antigua calle Canning, fue construido por mi padre, Jacobo Lewin, hace más de treinta años. Y hoy, ante mis ojos, se ha llenado de fantasmas.

Mientras mi padre lo levantaba, mi madre se ilusionaba con una nueva vida y concebía mi existencia en su mente. Y así fue cómo nací, entre planos y frasquitos de homeopatía, en esta increíble ciudad de Buenos Aires, en la letra E del primer piso de este edificio. Estoy escribiendo esta carta, con la idea de dejar una copia para todos los que hoy viven allí.

Mi padre pudo levantar este bloque de piedras pero no supo sostener el amor. Mi padre jamás me dijo te quiero, y algunos años después, mi madre me refugió en España. Hoy, a finales de julio del año 2008, vuelvo a este lugar desde Madrid, para saludarlo y despedirme.

No me despido de una materia inerte. Me despido de unas piedras cargadas de sentimientos. He venido a despedirme de mi pasado.

Sólo porque es bueno contar pequeñas historias, ya que el mundo está lleno de cosas prosaicas. Y sólo porque estas palabras podrían inspirarte o motivarte a pensar en algo elevado. Y sólo porque quizás me recuerdes, o recuerdes a mis padres o a mi hermano, y quizás tendrás un recuerdo amable. Por estos motivos, me he puesto a escribir esta carta, que dejaré en la puerta de tu casa.

Entre estas paredes aprendí el lenguaje que ahora utilizo. Entre estas paredes mi madre jugó conmigo al avioncito, y me quiso como lo hace una madre inmensa. Aquí escuché por primera vez una canción emocionante. Aquí entendí que los gatos son elegantes y que no se dejan domesticar. Aquí supe que la vida es maravillosa, pero también que mi madre un día llegaría a las estrellas, desde donde ahora me contempla. En este lugar he visto llover y llover, y aprendí que lo mejor de la vida está en la belleza que se encuentra en todas las cosas.

Te pido, a ti que lees esto, a ti que vives entre estas piedras donde se esconden los fantasmas de mis diez años, que vuelvas a hablar con ellos, porque les he visto agazapados, esperando unos ojos nuevos y una mirada ilusionada.

Pídele al fantasma de mi padre, que me quiera más. Y dile al fantasma de mi madre, que el amor que dio a sus hijos nunca se pierde. Y a los fantasmas de mis juguetes, y al fantasma del tocadiscos y a las canciones inconcebibles, dales una patada directa a Madrid. Saluda a los gatos y al granizo. Y si ves a los fantasmas que hacen llorar, es mejor que te hagas el tonto, y bajo ningún concepto les cuentes a dónde he ido.

Quisiera que me relates el devenir de este edificio y de esta calle, y me refiero solamente a su devenir poético, o sea a las cosas bonitas o feas que pasen aquí. Puedes escribirme a andreslewin@andreslewin.com, y contarme todo lo que te dicen mis fantasmas. Yo te lo agradeceré muchísimo, porque harás algo lleno de belleza. Pero te daré las gracias desde el presente, desde este lugar maravilloso, donde sólo permanecen los buenos recuerdos.

Un abrazo.

Andrés Lewin
Buenos Aires, 25 de julio de 2008

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Me imagino que la mayoría de las personas que se encontraron con ese papel lo tiraron directamente a la basura. Y entre los que lo leyeron, supongo que algunos me tomarían por un loco, otro montón desconfiaría de mis intenciones, y los demás no tendrían el espíritu para ocuparse de un asunto tan poco práctico. Sólo sé que quince días después, recibí una respuesta, que transcribo a continuación (previa autorización de la autora). Una sola respuesta que valió por mil.

Respuesta recibida en mi correo electrónico, el 10 de agosto de 2008:

Leí tu "carta" hace pocos días. No le dí mucha importancia a ese papel que aparecía debajo de mi puerta, pensando que era publicidad de alguna inmobiliaria.

Cuando me decidí a hacerlo, me brotaron las lágrimas al ver, o mejor dicho sentir, tu sufrimiento. Te debo conocer, porque mi esposo y yo compramos a estrenar el 4°F en abril de 1970. Yo sigo aquí, pero él falleció hace 10 años. Tengo una hija de 34 y un varón de 31 años. De tu mamá tengo un leve recuerdo.

¿Eres escritor?

Hoy es el Día del Niño aquí, entonces quiero saludar, abrazar y besar a ese niño herido que hay en vos.

Graciela Maria Silvestri

1 de septiembre de 2008

Que se lo coma el negro, que se lo coma el mexicano



Yo vivo en un barrio marginal, con un porcentaje muy elevado de inmigración de origen muy heterogéneo. Y tengo el orgullo de ser una auténtica minoría étnica. Todo un embajador, porque dudo que haya otro judío.

Un domingo cualquiera, me desperté y me propuse hacerme una pizza carbonara marca El Caserío. Pero por supuesto, hay que echarle más bacon y más queso que el que trae, ya que el objetivo es engordar. Queso tenía. Necesitaba bacon.

Fui a la tienda de alimentación china de mi barrio. En la nevera, había algunas bolsas de bacon rosado, que suele ser el color del animalito del que proviene, pero detecté una bolsa de bacon marrón. Marrón negruzco.

- Oye, quizás tendrías que tirar este bacon, ¿no? Está negro...
- ¡¡¡Deja bacon en nevela!!!
- ¡¡¡Pero si está podrido!!!
- ¡¡ No impolta!! ¡¡Coge otlo!!
- No entiendo… No lo vas a vender...
- ¡¡Que se lo coma el negro!! ¡¡Que se lo coma el mexicano!!

No sé, este tema me tiene bastante inquieto. Porque yo me pregunto. ¿El chino se refería a un negro en concreto, a un negro con nombre y apellido, que debía comerse ese bacon corrupto? El chino, ¿Se refería a un mexicano en concreto, un mexicano que vive en mi barrio y que querrá comerse ese bacon horrendo? Y yo me pregunto. ¿Es que el chino está enemistado con ellos, y por eso les quiere adjudicar la ponzoña?

Porque hay otra posiblidad, y no podemos descartarla. Quizás la frase “que se lo coma el negro” esconde una afirmación más general. Puede que el chino piense que debería existir una correlación entre el color de la piel y el color del alimento ingerido. Pensad que la medicina china es bastante loca. Está llena de ideas super respetables, pero pendientes de demostración mediante el método científico. Entonces, ¿quizás las personas de pieles oscuras deben comer comida oscura, por ejemplo bacon negro, respetando algún tipo de norma loca? Si esto fuera así, ¿todas las coca colas serían para los negros? No creo. En primer lugar, porque he visto al chino vender coca colas a los blancos. En segundo lugar, porque la correlación raza-alimento nunca podrá ser perfecta. Por ejemplo, los negros no llevan burbujas de gas, y no deberían beber coca cola, si nos guiáramos por esta norma.

Y me pregunto. Este chino, ¿sabrá que yo soy judío? ¿Me tendrá adjudicadas las judías? ¿Cree que son para mí? ¿Ante unas judías caducadas, este chino dirá “que se las coma el judío”? Es todo tan confuso.

Yo creo que no es un chino normal. Generalizando, y por tanto equivocándome, diré que todos los chinos que atienden en bazares y tiendas de alimentación son super simpáticos y super bordes. Las dos cosas al mismo tiempo, creando una paradoja. Pero mi chino es diferente. No todos hacen tai chi, como mi chino.

En cierta ocasión, le sorprendí realizando posturas inverosímiles cuando entré en su tienda. Él estaba solo. El bacon marrón observaba, pero sin decir nada.

- Hola, ¿Qué haces?
- Hago tai chi.
- ¡Ah, mi madre hacía taichi! ¡Es muy relajante!
- ¡¡¡No tu madle no taichi!!! ¡¡¡Imposible, tu madle no!!! ¡¡¡Taichi mucho peliglo!!!

Mi madre murió hace tiempo. El chino no pudo conocerla. Pero el chino estaba seguro de ello. Y es un hecho que mi madre hacía tai chi. Entonces pienso, ¿mi madre era peligrosa? No sé, no me pega nada. Creo que el chino está chiflado.

Porque después de esta extraña conversación, el chino se puso triste, y lo noté porque se puso a mirar hacia el suelo, en silencio, y lleno de amargura. Yo, en un intento de ayudar, le pregunté si era feliz. No supo responderme. O sea, él sacó el diccionario, y buscó la palabra feliz, pero no la encontró.

¿La moraleja? Que se lo coma el negro. Que se lo coma el mexicano.