En la foto, se ve el número 125 de la calle Canning, en Buenos Aires. Cuando llegué, hice sesenta fotocopias de la carta que transcribo a continuación, y las dejé debajo de la puerta de las sesenta casas del edificio.
Carta para mis fantasmas
Me llamo Andrés Lewin. Este edificio, el 125 de la antigua calle Canning, fue construido por mi padre, Jacobo Lewin, hace más de treinta años. Y hoy, ante mis ojos, se ha llenado de fantasmas.
Mientras mi padre lo levantaba, mi madre se ilusionaba con una nueva vida y concebía mi existencia en su mente. Y así fue cómo nací, entre planos y frasquitos de homeopatía, en esta increíble ciudad de Buenos Aires, en la letra E del primer piso de este edificio. Estoy escribiendo esta carta, con la idea de dejar una copia para todos los que hoy viven allí.
Mi padre pudo levantar este bloque de piedras pero no supo sostener el amor. Mi padre jamás me dijo te quiero, y algunos años después, mi madre me refugió en España. Hoy, a finales de julio del año 2008, vuelvo a este lugar desde Madrid, para saludarlo y despedirme.
No me despido de una materia inerte. Me despido de unas piedras cargadas de sentimientos. He venido a despedirme de mi pasado.
Sólo porque es bueno contar pequeñas historias, ya que el mundo está lleno de cosas prosaicas. Y sólo porque estas palabras podrían inspirarte o motivarte a pensar en algo elevado. Y sólo porque quizás me recuerdes, o recuerdes a mis padres o a mi hermano, y quizás tendrás un recuerdo amable. Por estos motivos, me he puesto a escribir esta carta, que dejaré en la puerta de tu casa.
Entre estas paredes aprendí el lenguaje que ahora utilizo. Entre estas paredes mi madre jugó conmigo al avioncito, y me quiso como lo hace una madre inmensa. Aquí escuché por primera vez una canción emocionante. Aquí entendí que los gatos son elegantes y que no se dejan domesticar. Aquí supe que la vida es maravillosa, pero también que mi madre un día llegaría a las estrellas, desde donde ahora me contempla. En este lugar he visto llover y llover, y aprendí que lo mejor de la vida está en la belleza que se encuentra en todas las cosas.
Te pido, a ti que lees esto, a ti que vives entre estas piedras donde se esconden los fantasmas de mis diez años, que vuelvas a hablar con ellos, porque les he visto agazapados, esperando unos ojos nuevos y una mirada ilusionada.
Pídele al fantasma de mi padre, que me quiera más. Y dile al fantasma de mi madre, que el amor que dio a sus hijos nunca se pierde. Y a los fantasmas de mis juguetes, y al fantasma del tocadiscos y a las canciones inconcebibles, dales una patada directa a Madrid. Saluda a los gatos y al granizo. Y si ves a los fantasmas que hacen llorar, es mejor que te hagas el tonto, y bajo ningún concepto les cuentes a dónde he ido.
Quisiera que me relates el devenir de este edificio y de esta calle, y me refiero solamente a su devenir poético, o sea a las cosas bonitas o feas que pasen aquí. Puedes escribirme a andreslewin@andreslewin.com, y contarme todo lo que te dicen mis fantasmas. Yo te lo agradeceré muchísimo, porque harás algo lleno de belleza. Pero te daré las gracias desde el presente, desde este lugar maravilloso, donde sólo permanecen los buenos recuerdos.
Un abrazo.
Andrés Lewin
Buenos Aires, 25 de julio de 2008
Pídele al fantasma de mi padre, que me quiera más. Y dile al fantasma de mi madre, que el amor que dio a sus hijos nunca se pierde. Y a los fantasmas de mis juguetes, y al fantasma del tocadiscos y a las canciones inconcebibles, dales una patada directa a Madrid. Saluda a los gatos y al granizo. Y si ves a los fantasmas que hacen llorar, es mejor que te hagas el tonto, y bajo ningún concepto les cuentes a dónde he ido.
Quisiera que me relates el devenir de este edificio y de esta calle, y me refiero solamente a su devenir poético, o sea a las cosas bonitas o feas que pasen aquí. Puedes escribirme a andreslewin@andreslewin.com, y contarme todo lo que te dicen mis fantasmas. Yo te lo agradeceré muchísimo, porque harás algo lleno de belleza. Pero te daré las gracias desde el presente, desde este lugar maravilloso, donde sólo permanecen los buenos recuerdos.
Un abrazo.
Andrés Lewin
Buenos Aires, 25 de julio de 2008
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Me imagino que la mayoría de las personas que se encontraron con ese papel lo tiraron directamente a la basura. Y entre los que lo leyeron, supongo que algunos me tomarían por un loco, otro montón desconfiaría de mis intenciones, y los demás no tendrían el espíritu para ocuparse de un asunto tan poco práctico. Sólo sé que quince días después, recibí una respuesta, que transcribo a continuación (previa autorización de la autora). Una sola respuesta que valió por mil.
Respuesta recibida en mi correo electrónico, el 10 de agosto de 2008:
Leí tu "carta" hace pocos días. No le dí mucha importancia a ese papel que aparecía debajo de mi puerta, pensando que era publicidad de alguna inmobiliaria.
Cuando me decidí a hacerlo, me brotaron las lágrimas al ver, o mejor dicho sentir, tu sufrimiento. Te debo conocer, porque mi esposo y yo compramos a estrenar el 4°F en abril de 1970. Yo sigo aquí, pero él falleció hace 10 años. Tengo una hija de 34 y un varón de 31 años. De tu mamá tengo un leve recuerdo.
¿Eres escritor?
Hoy es el Día del Niño aquí, entonces quiero saludar, abrazar y besar a ese niño herido que hay en vos.
Graciela Maria Silvestri